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En el barrio de Las letras, cerca de la calle de Atocha se halla la calle del Gobernador.
El nombre de esta calle hace referencia a Julián de Picos, gobernador de Madrid en época de Alfonso XI, en el siglo XIV, que en estos lugares próximos al Prado de Atocha tenía su quinta.
Este gobernador ha pasado a la historia como un corrupto y un tirano que, contra lo que suele ser habitual (ya sabemos que los corruptos a menudo se libran del merecido castigo), recibió una lección por parte de los madrileños.
Julián de Picos subió los impuestos sin justificación y era muy duro a la hora de cobrarlos. Si alguien no pagaba lo que se le exigía, lo encerraba hasta que alguien pagara por él. Muchos sospechaban que se quedaba con parte de lo recaudado. Además, acostumbraba a llevar a sus caballos a pacer en lugares en los que no tenía permiso.
Las gentes se quejaron al rey Alfonso XI, que no en vano tenía el apodo de «El justiciero», y este finalmente le destituyó. El gobernador tuvo que salir por pies y las gentes quemaron su casa.
Habiendo tantos madrileños ejemplares que se quedaron sin calle, ¿Qué falta haría dedicarle una a tan siniestro personaje?
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