En los años finales del siglo XX se cerraron varias tabernas tradicionales en El Rastro, dejando al mercadillo de los domingos un tanto desabastecido de una institución madrileña tan indispensable como es la taberna.
Afortunadamente, siguen existiendo tabernas de renombre como Casa Amadeo, Los Caracoles, Oliveros, o Malacatín.
No hay que olvidar el estupendo bar de las sardinas asadas: El Santurce (en Vara de Rey), el bar La Plaza (en Cascorro), El Capricho Extremeño (en Carlos Arniches) ni tampoco la cervecería de las gambas asadas de la calle Toledo: La Paloma. 
Asimismo, una tasca antigua de la calle Maldonadas: Casa Rodríguez, se ha reconvertido en un simpático bar: El Patio Andaluz; como también se ha transformado un bar de la calle Arganzuela, 3 en el actual «La Bicha».
El caso es que recientemente han abierto algunos nuevos bares de cuidado diseño y comida sana, caso de Martina Cocina y La China Mandarina, ambos en la plaza de Cascorro.
Por último, me voy a referir a uno que, siendo reciente, reúne cualidades propias de las tabernas de siempre. Se llama Atacapaca, y está en la calle Arganuela, 20. No es un lugar para gourmets, pero sí para quienes gustan de bares alegres con algo de ruido y de grasilla en el el aire. Un bar donde te ponen una tapa generosa, y donde hacen con dignidad las papas arrugás y la fideuá. Un bar donde uno enseguida se siente como en casa, porque así son los bares de siempre en Madrid, y ellos lo han entendido así.