Una costumbre muy madrileña era la de hablar con los otros viajeros en los transportes públicos.
Hasta hace unas pocas décadas era muy frecuente que se formasen conversaciones y tertulias improvisadas en las tiendas, en el autobús, en el metro, o en el tren.
Poco a poco se ha ido perdiendo la costumbre de hablar con los desconocidos. Preferimos ver informaciones y chistecillos (repetidos hasta la saciedad) en las pantallas electrónicas.
A menudo vamos al lado de personas que tienen cosas muy interesantes que contar, informaciones que nos serían muy útiles, y desperdiciamos estas oportunidades.
Nos da vergüenza hablar con desconocidos y no nos da vergüenza agachar la cabeza e ir mirando a una pantalla sin descanso.
Sin embargo…Tenemos mucho que aprender de la gente que nos rodea.
Hablar con los demás nos reconforta, nos enriquece y nos hace mejores personas. ¡Hablemos con ellos!
Foto color: Carlos Osorio.