El Teatro Lara es uno de los pocos teatros decimonónicos que ha llegado hasta nuestros días en su estado original.
Lo construyó en 1880 el empresario Cándido Lara, un industrial que había amasado una fortuna abasteciendo de productos cárnicos al ejército durante las guerras carlistas.
El teatro, integrado en un edificio de viviendas es obra del arquitecto Carlos Velasco, siendo reformado en 1916 por Pedro Mathet.
Su aspecto interior, lleno de detalles ornamentales, al modo de las cilíndricas cajas de bombones de la época, hizo que la gente comenzase a llamarlo «La bombonera de Don Cándido».
No sé si será por mi afición a los bombones, pero prefiero un teatro con forma de bombonera a uno con forma de ataúd (como el nuevo teatro del centro Conde Duque)
Y dado que los bombones son dulces, el Teatro Lara se especializó desde el principio en obras amables que dejasen buen sabor de boca, especialmente comedias.

Aquí se estrenaron obras como Los Intereses creados, de Jacinto Benavente; La Señorita de Trevélez, de Carlos Arniches, El Cancionero de los Hermanos Álvarez Quintero, etc.
Entre las primeras actrices que salieron a escena estaban Lola Membrives, Balvina Valverde, Rosario Pino,
Jerónima Llorente…
El Lara, junto con el teatro del Recreo, fue pionero en programar el teatro por horas:
Se trataba de funciones cómicas de una hora de duración que permitían ofrecer un producto barato y breve en una época en que ir al teatro suponía romper el cerdito y dedicar una tarde entera a la ver la función.
A la muerte de don Cándido lo heredó su hija quien trató de derribarlo para especular con el solar con vistas a sacar fondos para una fundación escolar. La movilización de los vecinos, y la acción de varias personas como el gerente del teatro, Yáñez, o el propio ministro Fernández de los Ríos, lograron salvar el teatro.
Entre 1980 y 1994 el Lara estuvo cerrado temiéndose por su continuidad. Felizmente volvió a ser lo que era, un teatro de comedia, con una programación atractiva y actualizada.
El deterioro del mobiliario, especialmente de las butacas (con más de 60 años de uso) y la ausencia de subvenciones públicas, hicieron que los nuevos dueños plantearan  un curioso sistema para renovar los asientos: el mecenazgo de butacas. Cualquier persona que quisiera apoyar este hermoso enclave de la cultura madrileña, podía «comprar» una butaca que sería sustituida por una nueva en la que se pondría el nombre del donante.
El teatro Lara conserva algunos rincones históricos como el salón del Parnasillo, utilizado por el director y los actores para leer y comentar la obra, el palco que usaron los reyes Alfonso XII y Alfonso XIII; o los asientos de la clá, destinados a quienes aplaudían para animar al resto del público a hacer lo propio.
El Teatro Lara está en la Corredera de San Pablo nº 15.
Fotos Teatro Lara: Carlos Osorio.