Bueno, pues, como os contaba en la entrada anterior, la corrala de la calle Velarde conserva un pozo, hoy ya sin agua, testigo de unos tiempos en que muchas casas del centro histórico tenían su propio pozo.
A veces estos pozos tenían el agua salobre, con lo que no era apta para beber y se usaba para lavar ropa o cacharros, para regar huertos o para los animales.
Desde que a fines del XIX el agua canalizada empieza a llegar a las viviendas populares, muchos pozos dejan de usarse. A lo largo del siglo XX la mayoría de ellos desaparecen, bien porque se secan, bien porque, al dejar de usarse, se rellenan con escombros.
Foto: Carlos Osorio