El Obelisco de Calatrava, más conocido como el pincho, es todo un símbolo de una época, la época del despilfarro, cuando se gastaban millones en obras absurdas, inútiles y para colmo feas.
El obelisco costó 14 millones de Euros.
Fue un regalo que nos hizo Caja Madrid con dinero procedente de los bolsillos de los madrileños.
Teóricamente iba a girar en espiral, abriendo graciosamente sus lamas de metal, pero nunca funcionó.
Al fotógrafo Álvaro Benítez y a mí se nos ha ocurrido que podrían añadirle unos encurtidos y variantes y hacer así un monumento al pincho, a esos pinchos y tapas gratuitas que te ponen cuando te pides una caña y que han sido siempre una seña de identidad de Madrid.
Hacen falta monumentos que transmitan alegría de vivir.
Foto: Álvaro Benítez Álvez.