Eso decían los turistas que en los años 60 y 70 comenzaban a llegar a Madrid:
-Qué amable es la gente de aquí.
Nos parábamos a explicar a quien se despistaba por dónde se iba a tal o cual dirección.
Cedíamos el asiento a quienes lo necesitaban más que nosotros en los transportes.
Teníamos paciencia con los errores o la torpeza de los demás.
Atendíamos a los demás con amabilidad en los comercios, en los bares, en las ventanillas.
Así éramos: éramos amables.