Hace tiempo, cuando aún llovía de verdad en Madrid, me encontraba visitando el claustro del Instituto San Isidro, uno de los rincones más atractivos de Madrid y, pronto, me dí cuenta de que aquella era una lluvia especial.
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Fuese por las gotas, que de puro gordas llevaban adheridas gotas más pequeñas, fuese por las cascadas ondulantes, salomónicas, comprendí que aquella lluvia era barroca.

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Tan barroca como el propio claustro que hizo Melchor de Bueras en 1679.
Y recordé los versos de Machado, que fue alumno de este Instituto:

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«Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.»
(Antonio Machado)
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Fotos: C. Osorio.