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El barrio de Palomeras, en Vallecas, ofrecía este aspecto en los años cincuenta y sesenta.
Gentes llegadas a Madrid desde el campo depauperado se construyeron sus propias casas en calles irregulares donde la tierra se convertía en barro cuando llovía y en polvo cuando hacía sol.
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Casas sin agua corriente, sin luz eléctrica. Familias que luchaban por salir adelante y encontrar una vida mejor.

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La ropa tendida en las calles, agitándose al viento como una bandada de palomas.

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Y ya en los setenta, un bosque de antenas de televisión y de palos del tendido eléctrico  presagiaba una vida con más comodidades.
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Gentes venidas de Andalucía, de la Mancha, de Extremadura, que pasaron a convertirse en madrileños. Gentes que lucharon por una vida mejor y que vieron transformarse aquella humilde barriada de casitas y chabolas en un barrio más de la ciudad.