Aquellas chimeneas tenían mucho encanto. 
Parecían seres vivos. Siempre avizorando desde las alturas.

Con esos sombreritos de chino, de Quijote…

Capaces de enfadarse y de echar humo por la boca,
proclives a recibir la visita de la bruja, del lobo feroz o de San Nicolás.
Fotos: Carlos Osorio.
(Cerca de la calle Almagro)