Siempre que salgo del metro de Goya, lo primero que veo es la sonrisa de Amparo, rodeada de rosas y claveles.
Esta mujer encantadora lleva 41 años vendiendo flores en la esquina de Narváez con Felipe II.
En cierta ocasión, un funcionario del Ayuntamiento la quiso echar de allí, alegando irregularidades en el permiso. La gente del barrio apoyó a Amparo y recogieron firmas para que se quedara, y se quedó.
A veces, cuando voy a ver a mi madre le compro unas flores y hablamos un poco: me cuenta lo difícil que le resulta sobrellevar unas desgracias que ha habido en su familia. Pero enseguida vuelve a lucir su sonrisa.
Amparo, al igual que mucha gente humilde madrileña, lo está pasando mal, porque con la crisis se venden muy pocas flores.
Foto: C. Osorio.