El problema no es si los grafitis en fachadas, vehículos y mobiliario urbano son bonitos o feos, el problema es que conculcan el derecho de los ciudadanos a tener sus bienes privados y públicos como mejor les parezca, sin que nadie les imponga sus apetencias a golpe de spray. Las autoridades tendrían que tomar en serio este problema que nos afecta al bolsillo, a la convivencia y al medio ambiente. Ejercer la autoridad nada tiene que ver con el autoritarismo.