En el madrileño convento de la Encarnación se guarda el cuerpo incorrupto de la madre Mariana de San José, fundadora de la orden de las Agustinas Recoletas.
La vida de esta mujer rebosa espiritualidad. Mientras vivió, se dice que cuantos la visitaban, aflijidos y atribulados, salían del encuentro llenos de paz. Se decía de ella que tenía cara de quitapesares.
Mariana de San José (1568-1638) nació en Alba de Tormes, muriendo su madre durante el parto. Como religiosa, profesó en Ciudad Rodrigo, en Eibar, Valladolid, Palencia, entrando como priora en el monasterio de Santa Isabel de Madrid en 1611 y en ese mismo año como priora de La Encarnación.
Escribió diversas obras sobre la mística.
Cuando murió, en 1638, todo el convento se inundó de un olor a flores.
Mariana no ha sido beatificada por no habérsele podido atribuir hasta el presente ningún milagro.