En 1901 el Alcalde de Madrid, Alberto Aguilera, ideó un sistema para proporcionar algo de calor a los muchos menesterosos y transeúntes que malvivían en las calles.
Las «Estufas populares» eran unos braseros de hierro donde se quemaba carbón.

Un policía custodiaba cada estufa para evitar que hubiera abusones que acaparasen la primera fila.
Se instalaron ocho estufas: en Puerta de Moros, plaza del Rastro, Lavapiés, Antón Martín, Arlabán, Alonso Martínez, Bilbao y Plaza de Herradores.
Se encendían en las primeras horas del día y últimas horas de la tarde.

Recientemente las estufas callejeras han vuelto a las calles de Madrid, aunque ahora tienen otra función diferente: calentar a los que se toman algo en las terrazas cuando llega el fresquito.